‘Influencers, agencias y “productos milagro”: el vacío regulatorio que ya no podemos ignorar’
Por HHR
CDMX, 13 noviembre 2025.- En la era de la inmediatez digital, donde la verdad dura lo que un video de 15 segundos y la confianza se compra con “likes”, los influencers se han convertido en una especie de oráculos modernos. Oráculos sin preparación, sin ética publicitaria y —peor aún— sin responsabilidad legal. México vive hoy con más de 100 millones de personas conectadas a internet durante un promedio de siete horas diarias, un terreno fértil para que las falsas recomendaciones y los productos milagro se disfracen de éxito y autenticidad.
En este escenario, la iniciativa presentada por la Diputada Leonor Otegui para expedir la Ley General para Regular los Servicios de Contenido de las Plataformas Digitales no llega tarde; llega justo cuando la desinformación y la publicidad encubierta se han convertido en una epidemia silenciosa. Y es que la influencia es real: al menos 56% de los internautas mexicanos ha comprado algo recomendado por un influencer. La pregunta es: ¿compraron calidad… o compraron una ilusión?
La respuesta la han venido recopilando autoridades como la PROFECO, que una y otra vez detecta que muchos de estos productos promocionados carecen de lo que prometen. Cremas que rejuvenecen milagrosamente, suplementos sin aval científico, cursos “transformadores” impartidos por gurús improvisados… La creatividad del engaño digital no tiene límite. Pero lo más grave no es la mentira; es la impunidad. Hoy, si un influencer o una agencia promociona algo dañino, engañoso o fraudulento, no hay un marco legal claro que permita adjudicar responsabilidades administrativas, civiles o incluso penales. El usuario queda indefenso; el promotor, blindado.
La “Guía de publicidad para influencers”, publicada en 2023 por el Diario Oficial de la Federación, fue un primer intento por ordenar el caos. Pero no es vinculante. Es, en el mejor de los casos, un recordatorio moral para quienes han demostrado que el lucro fácil tiene más peso que la ética digital.
Por eso la nueva ley que propone Otegui no pretende —como temen algunos— “censurar” internet ni sofocar la creatividad de los creadores de contenido. Al contrario: busca que el ecosistema digital sea más seguro, más transparente y, sobre todo, más justo. Que las plataformas, agencias e influencers operen con reglas claras. Que el consumidor sepa qué es publicidad, qué es opinión y qué es simple charlatanería. Que el país deje de ser tierra de nadie en un mercado multimillonario donde la narrativa vende más que la evidencia.
Regular no es prohibir. Regular es proteger. Y hoy, frente a un entorno en el que cualquier persona con un smartphone puede convertirse en vendedor, curandero, coach, experto financiero o gurú emocional, la protección no es un lujo: es una urgencia.
La innovación digital no debería basarse en engañar a la audiencia, sino en fortalecer la confianza. Y sin reglas claras, esa confianza seguirá cayendo como un castillo de arena en manos de quienes han convertido al consumidor en un blanco móvil.
México necesita esta ley. No para silenciar voces, sino para distinguir entre quienes informan y quienes mercadean sin escrúpulos. Entre quienes construyen comunidad y quienes lucran con el desconocimiento. Entre quienes generan contenido… y quienes solo generan problemas.


Leave a Comment