¡La Polilla!

¿Quién asesinó a Fernandito?

Por Stephen Crane 

¿Quién asesinó a Fernandito?

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CDMX, 11 agosto 2025.- Desolador espejo qué país somos, el secuestro, tortura y asesinato de Fernandito a los 5 años de edad. Fue por un hecho impensable, fantasmagórico, demencial: un adeudo de su madre de mil pesos, unos 50 dólares. Lo mató la filosa daga de la pobreza y la miseria humana con la empuñadura de la impunidad y la inseguridad, que laceran.

A esa edad el dolor de la penuria es casi imperceptible, apenas una amarga caricia en el rostro. Pero era exorcizado por el pequeño cuando -bajo los rayos del sol a la luz de las estrellas y la luna- jugaba futbol, zapatito blanco, zapatito negro, escondidas, atrapadas, canicas…

Y no lo hará más.

Dejó de ser parte de los poco más de 36 millones de niños mexicanos, entre los 0 y los 17 años. Ya se sumó a una estadística mortuoria.

Su cuerpecito fue encontrado en avanzado estado de descomposición, en la basura. Que simboliza una amarga metáfora qué somos como país: inmundicia, detritus, cochambre. Presuntamente fue muerto por sus captores, una pareja de prestamistas y su hija. Desconocen, los tres, que se convirtieron en el brazo ejecutor de la ruindad y pobreza humanas.

Debido a que nunca recibió apoyo de las autoridades locales ni estatales –sólo aportaron el cajón para su sepultura–, el infante tuvo que ser velado en la calle, de la colonia Lomas de San Isidro, bajo una carpa que prestó un vecino. En el toldo tenía la publicidad de una marca de cerveza que transmitía el amargo sabor del dolor, derrota, muerte: Victoria.

Hubo café con canela y pan.

Hubo globos, flores y pequeños muñecos de peluche, algunos juguetes que disfrutaba, como carritos, sobre su féretro; un rosario de veladoras en el piso. Durante el velorio y sepelio hubo mares de lágrimas, gritos de indignación; rabia e ira contenida:

“¡Justicia!”, “¡los niños no se tocan!”

Fue sepultado el pasado 9 de agosto, en un diminuto ataúd, envuelto en la argentada mortaja de anhelos, sueños e ilusiones.

Tenía una pasión: cantar.

Inenarrable drama social que hace estallar la furia de personas sabias, sensatas, leídas, en redes sociales y la industria mediática. Algunos daban la noticia de esta inconmensurable tragedia, el llanto amarrado al corazón y la entraña con el cordel del desconsuelo.

Su mamá, Noemí Gómez Santiago, sufre una ligera discapacidad mental. Bajo el manto protector de la luna, llegaban a dormir en alguna acera de las polvorientas calles del municipio de Los Reyes La Paz, en el Estado de México. A veces alguna vecina se compadecía y les daba cobijo.

En ocasiones, a mitad de la noche, Fernandito lloraba por algo que es insoportable para cualquier ser humano: el hambre.

Ante las cámaras de televisión, Noemí se muestra casi impasible desde su inmaculada delgadez. Cuando intenta explicar su queja y quebranto, deja ver una dentadura perfecta, llena de blancos diamantes. Su voz denota que trae el corazón desmayado, aciago, seco de llorar. Ella y su hijo vivían de la pepena en un tianguis de la zona.

Confiesa que sueña con despertar de esta horrible pesadilla y volver a abrazar a su pequeño.

Tragedia ocurrida a 40 kilómetros del fastuoso Palacio Nacional, en la ciudad de México, donde, desde el 1 de diciembre de 2018, la filosofía del poder, del llamado “humanismo mexicano, tiene una arenga llena de abismal vacío:

“Primero los pobres.”

Noemí intentó en varias ocasiones hacer la denuncia del secuestro de su pequeño, ante la autoridad -el DIF local y la Fiscalía Regional de Los Reyes, La Paz, pero desoyeron su petición por sus ropas humildes y su dificultad para expresarse. Pagó el precio de la discriminación institucionalizada desde tiempos inmemoriales contra los desposeídos.

Mi madre nonagenaria y yo estamos atónitos, contritos los rostros, ante el televisor, en la sala de la casa, también en un municipio del Estado de México, con los pormenores del asesinato de Fernandito.

“Me ganó la lágrima con la noticia del sepelio de Fernando”, suelta mi mamá, casi ciega, los ojos enrojecidos. Enjuga sus ancianas lágrimas con sus vetustas manos.

Al otro día, vuelve a romper en un llanto apagado -estruendoso silencio-, cuando narra que no saben dónde será sepultado Fernandito. Y, también, se me escapa el lloro, amortajado de un doble, desolado, desasosiego: su quebranto y la muerte del niño.

Aceradas sus palabras de furia y encono, sugiere, que los supuestos asesinos fueran cercenados, poco a poco hasta su muerte.

Equivaldría a perdonarlos. Sería una muerte rápida, casi un premio de consolación, reviro.

Lo ideal, remato, es que se pudran en la cárcel. Es el infierno en la tierra.

El municipio de Los Reyes La Paz, Estado de México, presenta una economía diversificada con raíces en la agricultura, ganadería y avicultura, aunque ahora predomina el comercio y la industria, integrado a la Zona Metropolitana de la Ciudad de México.

Socialmente, es una zona de migración temporal, especialmente de personas de otros estados de México, y cuenta con una población significativa que habla lenguas indígenas, principalmente náhuatl.

Sus asesinos malas personas

Y como suele ocurrir en México, después del asesinato del menor se tomaron cartas en el asunto.

Durante la primera audiencia, para esclarecer los hechos, el ministerio público explicó al juez cómo habían ocurrido los hechos. Una de las tres personas detenidas dio su versión.

La Fiscalía General de Justicia del Estado de México (FGJEM) acusó a Lilia ‘N, Ana ‘N’ y Carlos ‘N’ del delito de desaparición de personas en agravio del menor Fernando, de 5 años.

El ministerio público detalló ante un juez de Control del Poder Judicial del Estado de México, con sede en Nezahualcóyotl, cómo ocurrió la privación de la libertad del niño.

En dicha audiencia, las autoridades informaron los datos preliminares sobre este caso, mientras que una de las tres personas detenidas, Lilia, arrepentida, dio su versión de los hechos.

De acuerdo al informe forense, el niño murió por una fractura craneoencefálica causada por un golpe en la cabeza, probablemente provocado con un martillo, reveló la autoridad.

Fernando también tenía heridas en el tórax, piernas y espalda.

La necropsia evidenció que no recibió agua ni alimentos durante su cautiverio.

Los vecinos sabían que eran malas personas. Monstruos paridos por una sociedad enferma,

Cronología del caso Fernandito

De acuerdo con lo señalado por el ministerio público, todo comenzó el 27 de julio, cuando Lilia fue a la casa de Noemí para cobrar una deuda de mil pesos.

El 28 de julio, Lilia se presentó en la casa de Noemí, mamá de Fernando, para exigirle el pago del préstamo.

Un día después, la mujer y su hija, Ana, acudieron nuevamente al domicilio de Noemí y se llevaron por la fuerza a Fernando. En la esquina los esperaba Carlos.

Noemí acudió en tres ocasiones a la casa de los imputados, en la calle Carmen Serdán, colonia Ejidal del Pino, municipio de Los Reyes La Paz, para pedir, implorar, arrasada por el llanto, que le regresaran a su hijo.

Lilia, autoritaria, ensoberbecida, le respondió que no. Que se lo entregaría hasta que pagara los mil pesos.

Fue hasta el 4 de agosto cuando la mamá del niño denunció lo que ocurría y policías municipales acudieron al domicilio de los imputados, donde fueron detenidos.

Para poner en contexto, sobre la fragilidad infantil, en México, va un escalofriante dato:

Más de 30 mil niños son reclutados por el crimen organizado en México. Su promedio de vida, una vez que ingresan al narcotráfico, es de apenas entre uno y tres años. Estas alarmantes cifras fueron presentadas por la organización Reinserta durante la proyección de su cortometraje “Nunca fuimos niños”, una producción que busca visibilizar la grave crisis de reclutamiento infantil que afecta al país, según nota publicada el pasado 30 de abril, por el portal Cimacnoticias.

Así se puede leer en el artículo 14 de la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes:

“Niñas, niños y adolescentes tienen derecho a que se les preserve la vida, a la supervivencia y al desarrollo. Las autoridades […] deberán llevar a cabo las acciones necesarias para garantizar el desarrollo y prevenir cualquier conducta que atente contra su supervivencia, así como para investigar y sancionar efectivamente los actos de privación de la vida”.

No obstante, pese a las acciones implementadas por el Estado mexicano para prevenir la privación de la vida de la infancia y la adolescencia, únicamente de enero a noviembre de 2024, dos mil 243 personas de entre 0 y 17 años fueron víctima de homicidio a nivel nacional, de acuerdo a las cifras de incidencia delictiva del fuero común 2015-2024 que publica el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).

Irremisiblemente, la hiriente realidad contradice la ley.

Por su parte el hermano de Noemí, explicó que el cuerpo de Fernando era irreconocible ya que estaba en avanzado estado de descomposición y sólo se pudo confirmar la identidad mediante pruebas genéticas.

Pobre país: lejos de Dios en manos del mayor demonio social:

La impostada izquierda.

Y, sí, todos somos culpables.