“Más dinero, menos rumbo: el espejismo social de Clara Brugada”
Por HHR
CDMX, 02 septiembre 2025.- Por más que el Gobierno de la Ciudad de México presuma en su Primer Informe una supuesta “inversión histórica” en política social —casi 17 mil millones de pesos en programas asistenciales—, la realidad es que estas cifras no reflejan una estrategia de transformación profunda, sino más bien una apuesta electorera que prioriza el clientelismo por encima del desarrollo estructural.
Sí, el número de beneficiarios creció un 36% en un año, lo que equivale a 700 mil personas más recibiendo dinero público. Pero esta expansión acelerada de las transferencias monetarias plantea una pregunta incómoda que el informe de Clara Brugada evita: ¿es este aumento evidencia de una política exitosa o, en realidad, la confirmación de que cada vez más capitalinos necesitan ayuda para sobrevivir en una ciudad que sigue siendo profundamente desigual?
Detrás del discurso que habla de “derechos universales” y “mínimos vitales”, lo que se esconde es la incapacidad —o el desinterés— de este gobierno por atender las causas estructurales de la pobreza. Se invierte más dinero que nunca, pero no se ven mejoras sustantivas en empleo digno, acceso equitativo a la vivienda o movilidad asequible. Se gasta, sí, pero no se construye. Se entrega, pero no se emancipa.
Además, el carácter supuestamente universal de las transferencias es más retórico que real. ¿Dónde está la transparencia sobre los criterios de selección? ¿Qué mecanismos de evaluación existen para saber si los apoyos realmente están sacando a las personas de la vulnerabilidad o si solo están sosteniendo una dependencia crónica al presupuesto público?
Brugada habla de “garantizar un ingreso básico para las mayorías”, pero ese ingreso no es producto de empleos formales ni de oportunidades generadas por el gobierno, sino de una política asistencial que muchas veces solo perpetúa la exclusión. La narrativa oficial insiste en que esto reduce la desigualdad, pero las brechas territoriales, de género y de clase siguen intactas —y en algunos casos, agravadas.
Finalmente, resulta cínico hablar de avances cuando el modelo económico de la ciudad sigue expulsando a las y los más pobres a las periferias, mientras se entrega el centro a la especulación inmobiliaria y al turismo depredador. Ninguna cantidad de transferencias podrá compensar la falta de un verdadero proyecto de justicia urbana.
En suma, el informe de Brugada no es más que una puesta en escena: más dinero en circulación, es la administración de la programitis, pero sin proyecto de ciudad. Una política social sin profundidad, diseñada no para transformar, sino para sostener el control político sobre una ciudadanía empobrecida. Si esto es lo que la nueva administración entiende por “revolución social”, entonces la capital está condenada a repetir los mismos errores, con más gasto y menos esperanza.