“Violencia escolar en CDMX: el Congreso capitalino le falla a una generación abandonada”
Por HHR
Ciudad de México, 24 de septiembre de 2025.- Otra tragedia, otro adolescente, otra escuela manchada por la violencia. Y de nuevo, las autoridades legislativas de la Ciudad de México mirando hacia otro lado, como si el dolor ajeno fuera una estadística más en sus discursos vacíos. Lo ocurrido recientemente en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Sur y en la Facultad de Arquitectura de la UNAM no es un hecho aislado, sino un síntoma profundo de un sistema que hace mucho tiempo decidió darle la espalda a sus jóvenes.
La Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) ha sido clara: este no es un caso individual, sino una expresión cruda de abandono estructural. Y aún así, ¿dónde están las leyes?, ¿dónde están los programas reales, efectivos, urgentes? Más importante aún: ¿dónde está la voluntad del Congreso de la CDMX para actuar?
El Legislativo capitalino ha demostrado ser incapaz —o peor aún, indiferente— ante la violencia que atraviesa los planteles escolares. Mientras nuestras y nuestros adolescentes lidian con ansiedad, depresión, exclusión, bullying y un entorno cada vez más hostil, los diputados locales siguen atrapados en debates estériles y agendas partidistas. La seguridad y la salud mental de las juventudes simplemente no les importan.
Las cifras son alarmantes, pero más alarmante aún es la normalización. No hay psicólogos suficientes en las escuelas, no existen protocolos de contención emocional efectivos, y la estrategia oficial sigue anclada en el viejo paradigma del castigo: revisar mochilas, reforzar la vigilancia, criminalizar. ¿Y después qué? ¿Otro minuto de silencio? ¿Otro comunicado tibio? ¿Otra promesa vacía?
Lo que pasó en el CCH Sur duele porque es una historia que pudo evitarse. Duele porque representa a miles de adolescentes que se sienten solos, desorientados, sin nadie que los escuche. Y cuando un adolescente llega a la conclusión de que no tiene futuro, estamos frente a un fracaso colectivo, como bien lo expresó Tania Ramírez, directora de REDIM.
Es momento de dejar de fingir que todo se resuelve con cámaras de seguridad o endureciendo castigos. El problema es más profundo. Requiere políticas públicas integrales, presupuestos asignados a salud mental, formación docente con enfoque emocional, y una red real de apoyo dentro y fuera de las aulas.
La ausencia de estos mecanismos es una decisión política. Una omisión que mata.
Hoy más que nunca, la violencia escolar nos grita en la cara lo que se ha negado durante años: que nuestros niños, niñas y adolescentes están en riesgo y no les estamos protegiendo. Y mientras el Congreso de la Ciudad de México sigue en silencio o en campaña, los salones se siguen llenando de miedo, desconfianza y soledad.
No es aceptable. No puede seguir siendo aceptable. Porque cada vida adolescente rota, cada tragedia en una escuela, cada estudiante que se siente escoria o invisible, nos está diciendo lo mismo: nos están fallando.
Y no hay excusa que valga.